Pérdida brusca de visión: posibles causas
La pérdida brusca de visión en un ojo es poco frecuente: entre 5 y 10 personas de cada 10.000 personas la sufren al año. Sin embargo, cuando se presenta, puede ser un síntoma de una patología ocular grave, además de causar un gran temor e inquietud a las personas afectadas.
Para obtener un diagnóstico preciso que descarte una enfermedad importante o bien para que el especialista pueda actuar lo antes posible en el caso de que sí lo sea, ante una pérdida brusca de visión hay que acudir de inmediato al oftalmólogo, quien realizará una exploración completa de los ojos.

Posibles causas de la pérdida brusca de visión
Las causas más comunes de pérdida brusca de visión suelen estar relacionadas con alteraciones vasculares o con alteraciones del nervio óptico, aunque también puede haber otras. Veamos cuáles son las más frecuentes.

Hemorragia del vítreo (traumática o no traumática)
Además de la retinopatía diabética, la hemorragia espontánea no traumática del vítreo también puede estar causada por:
- Roturas retinianas sin desprendimiento.
- Desprendimiento de vítreo posterior.
- Desprendimiento de retina regmatógeno.
- Neovascularización retiniana después de la oclusión de una rama venosa y de la vena central.
Las hemorragias vítreas traumáticas, en cambio, se pueden deber a la lesión de los vasos del iris, la retina, el cuerpo ciliar o la coroides, y también a desgarros retinianos. En cualquiera de los dos supuestos, siempre se debe determinar la causa de una hemorragia vítrea.

Desprendimiento de retina
El tipo más frecuente de desprendimiento de retina es el regmatógeno, producido por el paso de vítreo licuado a través de una rotura retiniana. El 50 % de los pacientes con desprendimiento de retina regmatógeno presenta fotopsias (flashes) o moscas volantes. Ambos suelen ser síntomas de desprendimiento de vítreo, un proceso que puede ser el precursor de un desprendimiento de retina.
La pérdida de visión dependerá de si el regmatógeno afecta o no a la zona de máxima visión, que es la macula. En la mayoría de los desprendimientos de retina, los pacientes relatan que han tenido miosopsias y fotopsias los días previos. Esto se debe a que en algunos casos de desprendimiento de vítreo posterior se produce una pequeña rotura por la que se filtra el líquido del vítreo licuado, desprendiéndose la retina. Cuando esta se desprende, al inicio la persona ve como una cortina que obstruye su visión y, cuando posteriormente ya queda afectada la mácula, es cuando se produce la pérdida brusca de visión.
El tratamiento para el desprendimiento de retina es la cirugía y el principal determinante prequirúrgico de la agudeza visual postoperatoria es la situación de la mácula: si ha estado desprendida y durante cuánto tiempo.

Oclusiones vasculares (arteriales o venosas)
Existen varios tipos de oclusión vascular: de retina, de una rama venosa, de la arteria central de la retina, etc. En este último caso, como la arteria es la vía por la que se produce la aportación de oxígeno a la retina, su obstrucción puede causar un infarto retiniano. Por este motivo es vital iniciar el tratamiento sin demora, ya que de ello depende en gran medida el pronóstico del paciente: solo el 8 % de estos pacientes logra la mejoría espontánea, frente al 50 % que recibe el tratamiento adecuado al iniciarse los síntomas.

Infecciones postoperatorias
Las infecciones postoperatorias suelen manifestarse con pérdida brusca de visión, dolor y enrojecimiento ocular. Ante cualquiera de estos síntomas se debe acudir a urgencias de inmediato.

Uveítis (inflamación ocular)
La úvea es la capa ocular que aporta un mayor flujo de sangre a la retina. Cuando esta capa se irrita e inflama, lo denominamos uveítis o iritis (puede afectar únicamente al iris). Normalmente, esta enfermedad aparece a partir de los 60 años, aunque es poco frecuente.

Degeneración macular asociada a la edad
La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es la causa más frecuente de pérdida de visión en el mundo desarrollado y la primera causa de ceguera en personas mayores de 65 años: su incidencia es de, aproximadamente, un 20 %; lo que significa que, en mayor o menor grado, uno de cada cinco de nosotros la padeceremos al llegar a la edad de jubilación.
La degeneración macular asociada a la edad es una enfermedad ocular degenerativa que afecta a la mácula, que es la zona central de la retina y la responsable de la visión central y de detalle; la visión que nos permite leer, conducir, diferenciar rostros o ver la televisión. La patología provoca el deterioro progresivo de la capa que nutre y recubre la retina (epitelio retiniano) y de las células de la mácula, donde están los fotorreceptores que posibilitan la agudeza visual y la distinción de los colores.
En la DMAE, la prevención juega un papel fundamental: está demostrado que el tabaquismo, el colesterol, la obesidad, la hipertensión, la exposición solar, así como factores genéticos y hereditarios aumentan el riesgo de padecer la enfermedad. Asimismo, también se ha demostrado la influencia de la alimentación: las dietas ricas en grasa animal o ácidos grasos saturados, y bajas en vitaminas, pescado azul y verduras, aumentan el riesgo de padecerla (leer el artículo Nutrición y salud ocular: alimentos para prevenir, retrasar y tratar las enfermedades del ojo).
Actualmente, disponemos de fármacos y terapias para la DMAE exudativa . Estos tratamientos actúan reduciendo el daño, la velocidad de progresión y el edema en los tejidos. Por este motivo, es primordial un diagnóstico precoz: cuanto antes detengamos o actuemos contra estas lesiones, menor será el daño causado al ojo. Para la forma seca de DMAE todavía no existe tratamiento: únicamente se pueden recetar unos complejos vitamínicos especiales para evitar que progrese (solamente están indicados si ya existe la forma seca, no como tratamiento preventivo de la misma).
Más información en este artículo: La degeneración macular asociada a la edad y su tratamiento.

Neuropatía óptica isquémica
Todas las neuropatías ópticas causan una pérdida brusca de visión. No obstante, la que provoca una pérdida más súbita es la isquémica. Las causas más habituales de la neuropatía óptica isquémica son: embolia, la diabetes mellitus, la arteriosclerosis, la hipertensión, el tabaquismo y las enfermedades relacionadas con el colágeno.
Aunque la pérdida brusca de visión puede ir precedida de síntomas como la visión de manchas o de una especie de cortina, moscas volantes (entopsias), flashes o destellos luminosos (fotopsias), no todas las personas presentan esta sintomatología previa; motivo por el que es primordial realizarse una revisión ocular al año.
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